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Mi Diario a diecinueve de enero de 2003.
Para el Matrimonio, preparar el corazón.
Es domingo. Ha llovido y por mi ventana abierta se cuela el olor a tierra mojada. El día está gris y ha puesto melancólica a mi alma. Siento mi cuerpo lánguido, sin voluntad, sin ganas. Estaba escribiendo. He dejado de hacerlo. Me he echado en la cama boca abajo y he dejado mi mente correr y correr, soñar y soñar en José Carlos.
He recordado el día que le conocí. He recordado la primera cita para “salir a tomar algo”. ¿Por qué siempre habrá que tomar algo? ¿No es suficiente estar juntos y saber que el otro nos acompaña caminando a nuestro lado? He sentido viva la sensación de gozo, rebosante en placer el alma y el cuerpo, de cuando me dijo por primera vez “te quiero”.
Cómo recuerdo su mano cálida la primera vez que cogió la mía, paseando juntos, mirando el mar, por la Avenida Marítima, que yo llamo “Avenida del Mar Adentro.”
O las horas interminables, sentados en un banco, no tenía un duro, que da a “Las Cañadas”. Charlando, charlando y charlando. A veces en silencio, simplemente cogido de la mano. Saboreando suavemente el estar uno junto al otro. Allí fue su tímido primer beso, pues el Hola y el beso en la mejilla era ya un ritual casi automático, que yo esperaba ansiosa que pasará a más.
Cuando éramos solamente amigo, ¿pero fuimos alguna vez solamente amigos?, yo notaba que sus besos de saludo a veces me oprimían algo más de lo normal de otros amigos. Luego vino la declaración formal romántica, romántica, de algo que ya era, desde aquel beso, como te conté ayer.
Y ahora los proyectos: “Casarnos en el Señor” es título, qué bonito, de un libro que he visto. Tengo que comprármelo y leerlo, juntos. Si para un trabajo me preparé cinco años en la carrera de abogado, para mi boda, el acto más trascendental de mi vida, que va a cambiar su dirección completamente, debe ser necesario también prepararse y no ir a lo loco y sin saber dónde vamos. Hasta para los que no creen en Dios, y buscan sólo formar una pareja humana, es necesario prepararse. Más para nosotros que el compromiso civil y el matrimonio natural lo elevamos por el amor de Jesús a Sacramento, signo sagrado, encuentro y alianza con el Señor, como dice la contraportada de un libro, que ojeé en Las Javerianas. Se lo diré esta tarde a José Carlos. Seguro que le parecerá bien. Pues él es muy consciente y responsable.
Nuestro amor, verlo, sentirlo, purificarlo, aumentarlo, cultivarlo, celebrarlo, sí celebrarlo, evitar todo lo que pueda mancharlo o romperlo.
Nuestras vidas, cómo van a ser juntas, la convivencia, a veces tan difícil, si es difícil con mi padre y con mis hermanos de vez en cuando, con mi madre nunca, con los que he vivido toda la vida, juntos, desde mi niñez y me crié con naturalidad en ese ambiente, el adaptarnos y compenetrarnos el uno al otro, ”cada uno hijo de su padre y de su madre”, ¿me explico, querido Diario?, también podrían serlo.
La economía de nuestro hogar, nuestros gastos y diversiones, ya muy limados por estos años de noviazgo, y nuestros hijos. Cuántos, cuando será el mejor momento, ya, digo tras la boda, esperar un tiempo, seguidos, separados, cómo prepararnos para recibirlos, cómo educarlos en el amor y para el amor. No para triunfar, para destacar en la sociedad y en la vida, para el dinero, para el tener, tener y tener, para ser ricos, para vivir en el bienestar y en “lo confortable”, de formar sus corazones en la fe, el amor a Dios, en el amor a los Sacramentos, a la Iglesia, a los hermanos, a los más pobres y a los más pobres entre los pobres, como dice la Madre Teresa de Calcuta. No había caído, pero he escrito siempre en plural al hablar de los hijos.
¡Claro que hemos de prepararnos! José Carlos aquí te espero esta tarde y mañana a comprar el libro, un regalo sin más motivos que el amor.
Querido Diario, esta tarde me llevé una de las más grandes sorpresas de mi vida. Cuando llegó José Carlos a recogerme, me dio un beso fuerte, muy fuerte y me entregó un paquetito. Es un pequeño regalo sin más motivo que el amor, me dijo.
Lo abrí y era un libro. ”Ya somos novios”. Le besé. Bueno para decir verdad, le besé, le besé y le besé. Luego le conté mis sueños. Le conté también lo del libro y nos echamos a reír los dos JUNTOS.
Un beso, mi amor. Un beso, mi Diario. Ana.
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sábado, 7 de julio de 2007
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