sábado, 7 de julio de 2007

22.- "El Sacramento, Alianza con Dios."

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Mi Diario ocho de junio de 2003.
Boda de Julia y Ernesto.

Querido Diario: no hace ni un mes que terminó el Cursillo, el dieciséis de mayo, y ya ayer, siete de junio, se casó la primera pareja, Julia y Ernesto.
Julia y Ernesto estaban en nuestro pequeño grupo para las reuniones después de las charlas del Cursillo.
Julia es una chica despierta, desenvuelta, extrovertida, comunicativa, pero no charlatana ni chabacana, pues tiene mucho gracejo y mucho estilo tanto al vestir como al moverse, y como al hablar. Habladora, sí, hasta por los codos, pero con mucha clase.
Bueno, querido Diario, no te lo había dicho, pero Julia es compañera de Colegio y clase de José Carlos. Estudiaron juntos en el Colegio Alemán y son amigos desde preescolar.
Nos invitaron a la Boda que fue magnífica.
Ella estudió luego Medicina en Las Palmas y en la Universidad conoció a Ernesto, uno de sus Profesores, que es médico y cirujano en una Clínica Privada y le lleva unos seis u ocho años. Con las chicas nunca se sabe.
Él es gaditano, estudió medicina entre Cádiz y Pamplona. Al terminar se fue creo que a Liberia, en África, a un Hospital casi o sin casi en la selva. Eran dos médicos para todo: un inglés, episcopaliano, ya mayor, llevaba en Africa de medio misionero la friolera de treinta y dos años, y él, recién salido del horno.
Como atendían también un dispensario hospital selva a dentro, a dos días río arriba de una barquita casi piragua, cuando se iba el inglés se quedaba solo y había dias que operaba hasta treinta o cuarenta veces, casi sin medios y al principio casi sin experiencia. Y de todo, desde el corazón a una apendicitis o una herida de fiera con una pierna casi colgando. Pero o intentaba salvarlos o se morían irreversiblemente. Y así, cuando envió su curriculum, al volver tras cinco largos años, los Hospitales se lo rifaron por su grandísima experiencia en tan corta edad.
En sus clases Julia se sentaba en primera fila sin quitarle ojo de encima. Le alucinaba su altura, su barba cerrada, sus ojos luminosos, su voz varonil y un poco grave, su finísimo humor al contar escenas casi terroríficas de mesas de operaciones. Se enamoró perdidamente de él. No sabía como contactarlo, como hacer amistad con él y mucho menos como enamorarlo. Lo consiguió mientras hacía el Mir en el Hospital, entre café y café.
Pero volvamos a la Boda que el noviazgo ya te lo contaré otro día. Los padres de Julia, tienen una finca preciosa en la carretera de Santa Brígida, con capilla, unos jardines impresionantes de bonitos y cuidados y unos salones de casa rica de campo, principescos.
El padre es abogado como el mío. Tiene un bufete muy bueno, el mejor, dice mi padre, en Las Palmas y de mucho prestigio.
La madre, educada en el Sagrado Corazón, el Colegio de las niñas bien de Las Palmas, cuando lo llevaban las monjas, aún habla de Sor Sagrario con verdadera admiración por su saber y santidad, es toda una señora. Me entiendes, ¿verdad? En el mejor sentido de la palabra. Clase y distinción le salen del alma como la cosa más natural del mundo.
Cuidó todos los detalles de la boda con Julia. No faltaba ni un ápice de nada. Qué elegancia en los jarrones de flores en la capilla, en los centros de las mesas o en los caminos y parterres del jardín.
Julia iba lindísima y atrevida. Como es alta como él, un poquito menos, con un traje blanco muy sencillo y casi sin cola, sobre la cabeza se puso una diadema de flores blancas redonda, muy redonda, y casi grande, pero sin exageración, un poco cogida atrás, que le daba la apariencia de una diosa sacada de su Olímpo.
El padre de Ernesto, que es Ingeniero Naval, creo que director en los Astilleros de Cádiz o de Matagorda, todo un tipazo. ¡Qué planta! ¡Qué porte! ¡Qué presencia! Y la madre es guapísima. Así ha salido Ernesto que es un bombonazo. José Carlos no te enceles que yo te quiero a ti. Creo que son Movimiento Catecumenal de un antiguo Cursillista, Quico Argüelles, creo que se llama, un movimiento seglar cristiano. Desde luego son muy religiosos, pues me dijo Julia que lo que más les preocupaba era que la Ceremonia fuera digna, respetuosa y recogida. Nunca un espectáculo. Que fuera un acto de oración a Dios y que se viera, hasta la saciedad, el sentido cristiano y de amor a Dios que es el Sacramento. ¡”Chapeau!” pues esto no se ve hoy mucho.
Te hablaré de la Boda que es lo principal. La celebró Don Matías, por especial “capricho” de Julia, que así se lo pidió a sus padres a pesar de algún sacerdote amigo y afecto a la familia.
Don Matías fue tan cariñoso, tan humano, tan piropeador con los novios pero al mismo tiempo tan cristiano y con tanta claridad sobre el grandísimo compromiso del Sacramento que a todos nos dejó los pelos de punta, ya que él no tiene pelos en la lengua ni ante sociedad tan distinguida.
.El Sacramento compromete y no se puede administrar a niños porque los niños no tienen capacidad de compromiso. Y es un compromiso serio, muy serio con Dios. Alianza con Él.
Nos compromete a vivir todos los días de nuestra vida amando y procurando hacer el bien a la persona amada, “como Dios ama al mundo. Como Cristo ama a su Iglesia, a los hombres” Y Cristo como dice Pablo “me amó y se entregó por mí”, “hasta la muerte y muerte de cruz”.
Cuando tú Ernesto ames a Julia, hasta la muerte del más pequeño de tus egoísmos o vanidades, no en un instante supremo de dar la vida, sino en el día a día, en cada hora, en cada minuto, en cada segundo, en cada latido de tu corazón, de tus anhelos y de tus ilusiones y preferencias, cuando tú Julia, quieras a Ernesto hasta en la más pequeña partícula de tu ser, cuando tu alma respire en su alma y tu cuerpo vibre solo en su cuerpo, cuando en sus brazos esté solo el hueco exacto en que encajen tus ternuras y caricias, tu persona entera, y toda tu persona, llenando sus instantes, todos sus instantes
de la entrega de tu vida, de tu ternura y de tu amor, sin exigencia alguna, en donación plena, y para siempre, sin dudas ni medianías, pero con el corazón, el alma, el cuerpo con sus afectos a veces desbordados en el deseo y la carne, tus anhelos y tus esperanzas,
puestas sólo en él y en su libre y amorosa correspondencia, sólo entonces habréis llegado a amaros como Dios os ama por la muerte de vuestras debilidades al límite inferior de la muerte y al límite superior de la vida. Sólo entonces habrá total libertad, la de los hijos de Dios, y total amor, la de los que aman a Dios.
Ir juntos de la mano por el bello camino de la vida volviendo a la Casa de nuestro Padre, superando las tristezas y dolores, las dificultades y desencuentros, alegrándoos en el Dios Alegría, Belleza y Felicidad, gozando en su gozo, como hijos muy amados de Dios.
Haced de vuestra casa no una mansión sino un hogar y que el rescoldo de ese fuego y ese hogar no sean las riquezas y los bienestares sino vuestro mutuo y caluroso amor, y que en ese amor y ese hogar sean engendrados, nacidos, educados y amados vuestros hijos, regalo maravilloso de Dios, del que según habéis declarado los vais a recibir con generosidad y amorosamente, educándolos en la Fe de vuestra Madre la Iglesia.
Y sabed, que si esa es vuestra alianza con Dios, El se alía en Alianza con vosotros, y no se dejará ganar en generosidad, y se compromete, promesa de todo un Dios, a daros fuerzas para amaros en plenitud todos los días de vuestra vida. Nunca podréis decir no tengo fuerzas para seguir, porque estaríais haciendo mentiroso a Dios.
Jesucristo, autor de este maravilloso Sacramento del amor, estará con vosotros hasta que lleguéis a la Casa del Padre. Volved juntos y en la plenitud del amor: Dios.
Te he de confesar, mi querido Diario, que en este momento mis lagrimones, ¿seré una llorica? caían al suelo como granos de uva y empañaban como gotas de rocío los brillantes y alegres ojos de Julia.
El padre de Ernesto se llevó disimuladamente el pañuelo a los ojos y las madres de Julia y de Ernesto sin disimulo. José Carlos me apretó, como siempre hace cuando está emocionado, la mano fuertemente, y Ernesto, el médico intelectual y creyente en la madre naturaleza, miraba a Julia sabiéndose, como luego nos dijo, descrito por dentro hasta lo más recóndito de su corazón, desbordado en acción de gracias hacia el Jesús de su infancia, que le volvía a nacer con más fuerza que nunca como una nueva y feliz Navidad, pues educado en los Marianistas de San Felipe Neri, fue Congregante de María, y la fe le había bailado a veces, pero siempre quedó la mecha que humea.
Y como Don Matías, parecía leer en el corazón de los presentes y sobre todo de los novios terminó diciendo:
¿Hay alguien aquí que pueda testimoniar que hay algún amor más grande que el de una Madre? Solo el amor de Dios, que es Padre y Madre.
Pero después no ha habido amor más grande ni podrá haberlo jamás que el María, por Jesús, su Hijo.
Mujer, “ahí tienes a tu hijo”, y en Juan el discípulo amado y evangelista, estabas tú, Ernesto, y tú, Julia, y yo, Matías, y estabamos todos.
Dejad un hueco entrañable en vuestra pareja y en vuestro matrimonio para María, en vuestro hogar y en vuestros hijos, y nunca os faltará el vino de la gracia de Dios y el amor del Espíritu Santo de las Bodas de Caná.
Dios bendito, qué sermón. Qué boda. Qué novios. Qué familias.
Y después el baile y el banquete que otro día te contaré, pues aún me duelen los pies.
Querido Diario, buenas noches. Querido José Carlos aún siento la presión de tu mano en la mía. Buenas noches, amor, tú sabes que te quiero.

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