sábado, 7 de julio de 2007

16.- "Vivir el Sacramento, primer compromiso."

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Mi Dirio a diecisiete de mayo de 2003. Sábado.
L Mis dominical, centro de nuestra vida cristiana en pareja.
La Misa de El Madroñal centro de la vida y reunión del grupo.

Hoy voy a contarte lo primero que hemos hecho José Carlos y yo ayer en El Madroñal antes de la Misa de Don Matías.
Empezaré por decirte que ayer llegamos un rato largo antes a la Iglesia aún vacía. Bueno, estábamos José Carlos, yo, y allá en el Altar, Tu, Jesús.
Tú que serás el gran testigo de nuestro amor y que bendecirás nuestra boda.
Hemos sacado la "Oración de los Novios antes de la Boda" que Carlos nos envió y la hemos ido leyendo despacio, bajito, para nosotros tres, saboreándola.
Qué verdad que la Sociedad ha montado un "tinglado", a veces esperpéntico, a veces parafernalia total, alrededor de las bodas.
Nos hemos prometido pasar de puntilla sobre todas esas cosas, "que sólo engrandecen si nacen del amor" pero sin dejar en ningún momento que nos quiten el tiempo necesario para preparar nuestro corazón.
Por ello hemos hecho nuestro primer propósito como pareja de cara a cumplir el compromiso de amarnos y dejarnos amar por Dios, centro del Sacramento que hemos pedido recibir: Vamos a vivir, sin dejar ninguna semana, nuestra MISA DOMINICAL JUNTOS y luego como hoy vamos a tener un rato para preguntarnos si estamos siendo una pareja digna del amor de Dios. Muy en concreto, si no hemos fallado en nuestra responsabilidad ante nosotros mismos, antes los demás y ante Dios. No solo en sentido negativo, sino si estamos viviendo nuestro amor a tope en la presencia de Dios y los hermanos.
Luego fueron llegando todos, no faltamos ninguno, a oír Misa juntos. Fue muy emocionante pus era la primera vez que todo el grupo estaba junto en nuestro primer Banquete Eucarístico, la primera vez que juntos y de rodillas adoramos juntos a Jesús en la Sagrada Forma y la primera vez que con gozo nos dimos, juntos, la paz de Cristo. Juntos comulgamos y juntos dimos gracias. Sentía en mi alma como en el corazón de cada uno de nosotros decíamos gracias Señor por habernos conocidos y juntados. Creo que lo oí con fuerza del corazón de Mónica, María, Isabel, Julia, Clara, Francisco Javier, Tomás, Juan Carlos, Ernesto, y Jorge. De José Carlos lo sentía en mi mano, que me cogía por encima del banco con fuerza, y me apretaba entrañablemente. Su apretón me decía, gracias, gracias, gracias, Señor. Gracias, gracias, gracias, Madre nuestra María.
Al final de la Misa, nos fuimos al bar de al lado de la Parroquia en la plazuela alargada, no es plazoleta sino como una calle doblemente ancha sin circulación, con jardines, a seguir charlando por los codos.
La Misa del Madroñal la hemos establecido cada semana como lugar de encuentro. Llegaron Elena y Carlos con Don Matías y una pareja que estaba en Misa pero que no conocíamos, Magdalena y Pedro, que ya están casados y tienen una hijita, Marioles.
Se incorporaron a la reunión y tras presentárnoslos nos dijeron que ellos también venían a Misa todos los sábados desde que les escribieron a Carlos y en la respuesta Carlos les invitó a venir y a charlar, una noche.
Nos dieron las tantas. Cuando volvíamos en el coche desde el Madroñal a Santa Brígida para dejarme en m i casa le comenté a José Carlos. Parece mentira que normalmente las parejas de novios aprovechan el sábado noche para irse de juerga con los amigos, a cenar y a bailar a una discoteca hasta la madrugada o el amanecer, otros ara ir al cine a ver una buena película, y nosotros la hemos pasado oyendo Misa con nuestros nuevos amigos y en un pequeño u frugal ágape juntos, charlando y contándonos cosas de Dios y de los hombres y no solo o he echado de menos nada de aquello sino que me lo he pasado pipa y maravillosamente bien y contenta.
La alegría no está muchas veces en lo superfluo y baladí sino en con quién estás, qué sintonía tienes con ellos, y en que lo que haces esté conforme a las apetencias de tu corazón. ¡Qué maravillosamente nos lo hemos pasado! Hablé en plural pues por la cara y el brillo de los ojos de José Carlos sabía que estaba cien por cien en sintonía conmigo y con mi corazón. Creo que empezamos a ser un solo corazón y una sola alma. Gracias, José Carlos. Gracias, Dios mío. Hasta mañana, mi Diario.
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