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Mi Diario a treinta y uno de mayo de 2003. Sábado.
La muerte es parte de la vida.
Este sábado, tras la Misa juntos, hemos venidos todos los del grupo pequeño de Cursillo, a escuchar, oír, celebrar como dijo Don Matías, su Misa, él dijo “nuestro banquete con el Señor”, Carlos y Elena nos han dado otra carta para que la vayamos rumiando y no perdamos la costumbre de dialogar entre nosotros dos, y a ser posible con otros amigos nuestros, del grupo o no.
Nos han invitado Julia y Ernesto, que también han venido a la Misa y que estaban en nuestro grupo, a su Boda, ya más formalmente y pidiéndonos por favor que no falláramos. Dicen que para ellos es muy importante nuestra compañía pues quieren que su Boda sobre todo sea celebración del Sacramento, encuentro entrañable juntos con el Señor Jesús, centro desde el cursillo de sus vidas y eje principal sobre el que gira todo su amor de pareja.
En unas celebraciones vacías para muchos de sacramentalidad, de signo sagrado, nuestra presencia serán un compartir juntos el más profundo sentido cristiano de la vida y por tanto del amor, único signo y realidad de la pareja humana y cristiana.
Además de habérselo prometido, nos apetece muchísimo incluso como experiencia para nuestra Boda que deseamos juntos, anhelantemente, que sea así.
Mónica me ha insinuado reunirnos de cuando en cuando, los que queramos del grupo, e intuyo que ya se lo ha propuesto a otros y que no parará hasta conseguirlo. José Carlos y yo le hemos dicho que nos apetecería con locura, y nos ha dicho que está detrás de Carlos y Elena para que a pesar de su trabajo como monitores y charlistas en los Cursillo, acepten el reunirse con nosotros, y que espera que le digan que sí.
Bueno copio la carta de Mabel a su tío Carlos, al que como buena gaditana y andaluza,
Llama tiíto, diminutivo del diminutivo cariñoso de tito, diminutivo afectuoso de tío.
De Mabel a Carlos.
Querido tiíto Carlos.
Acabamos de venir del médico. Tras más de tres meses de consultas y reconsultas en las que “no encontraban nada” la noticia: tengo un tumor maligno en la parte central de cerebro inoperable. ¡Qué mazazo! Este es el que causaba los mareos, las pérdidas de momentáneas de conocimiento y las pérdidas de conciencia y caídas repentinas al suelo tras fallarme las piernas.
Créeme que a pesar del “durísimo golpe” no me asustó. Créeme que no me pareció una tragedia. He ido aceptándolo con tranquilidad, me ha puesto a flor de piel la fe que he tenido desde mi infancia y me ha hecho exclamar “amén”, “así sea”, “hágase tu voluntad”. Cuántas veces he rezado “hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo”. Hoy lo he comprendido, lo he vivido, he sentido en mis carnes viva la oración del “Padre nuestro”.
“Padre si es posible, soy humana como él, y tengo miedo como él, pase de mi este Cáliz pero no se haga mi voluntad sino la tuya.”
Sí, el Señor Jesús, siempre por el camino de la vida, delante, marcando el sendero a los que voluntariamente le quieran seguir.
Luego lo he aceptado de cara a mi marido y a mis hijos, a mis hijos aún pequeños, a mis padres, a mis hermanos, a mi familia, a mis amigos…
Quizás de cara a mis dos hijos este fuera el cáliz más amargo. Pero he pensado que si Dios Padre lo ha dispuesto así, todo en la vida es Providencia, hasta el dolor y la muerte, y si no se cae ni un pelo de nuestra cabeza sin su consentimiento, tiene que ser también lo mejor para ellos. No sé cómo pero si El lo ha querido, así será.
Sólo siento el dolor, el dolor inmenso por el que han de pasar. Pero el dolor tonifica, purifica, fortalece y nos hace madurar como personas y ver la vida en tota su realidad real.
El amor verdadero es el camino hacia la vida plena.
He recorrido junto a Rafa una parte del camino de vuelta. “Bonum certamen certavi; Cursus consumavi” me pusiste en una carta con palabras de San Pablo, refiriéndote a la etapa de vivir en Madrid. Buena carrera he recorrido junto a el. Hoy no Madrid sino la carrera de mi vida ha terminado. He llegado al “cursum consumavi”.
A él le queda seguir parte de nuestro camino solo y sin mí. Junto a los niños. Espero desde el cielo ayudarle a seguir caminando conforme sea la voluntad del Padre. Si se vuelve a casar si es para su felicidad, soy feliz. Solo le pido que sea también para la felicidad de nuestros dos hijos; sino le será más duro, en soledad. Pero yo siempre estaré a su lado.
Quizás y sin quizás esta sea mi última carta. No te digo adiós sino hasta luego. Te espero con todo mi cariño de sobrina en el “gozo del Padre” para cuando Dios “te quiera.”
En verdad morir, - no debemos tener el miedo que hay hoy a la palabra “muerte”, dándole rodeos, “se fue”, “nos dejó”, “descansó”, - para los que tenemos fe es volver a la Casa del Padre, llegar al final del camino de vuelta, “entrar en el gozo de tu Señor”, y estoy segura que EL como al hijo pródigo, estará a la puerta esperándome.
Un besazo fuerte, con todo el cariño que tú sabes siempre te he tenido,
Mabel.
Esta semana concretaré en ti, mi diario amado, las dos charlas que hemos mantenido José Carlos y yo, no tengas celos pero le quiero un poquito a que a ti, bueno en verdad tu eres fruto de nuestro amor y testigo íntimo de él, sobre las dos últimas cartas de Carlos. “El Amor según San Pablo” y “El amor más fuerte que la muerte”
Un besito fuerte a ti y otro un poquito más fuerte a José Carlos, Ana.
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sábado, 7 de julio de 2007
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