sábado, 7 de julio de 2007

06.- "Queremos casarnos, señor Cura"

.

Mi Diario siete de febrero de 2003.
Fuimos a ver a mi Párroco. Mi medio expediente.

Quisiera, querido Diario, que el tiempo volara. Tanta es mi impaciencia para que empiece el Cursillo, etapa necesaria para subir los escalones de la Iglesia vestida de blanco y decir “sí”.
Ayer fuimos a hablar con mi Párroco. Don Miguel además de ser de un trato delicioso, es un hombre de Dios. Tiene fama de muy espiritual. Hoy muchos curas parecen que no miran jamás al cielo. Fue un rato muy agradable de un conversar confiado y sobrenatural.
Le presenté a José Carlos, aún no lo conocía y me reprochó cariñosamente la tardanza.
Una alegría tan grande cómo no me la has comunicado antes.
Yo le conocía de acompañar alguna vez a mi madre que ayuda en Cáritas de la Parroquia. Le dije que nos queríamos casar pronto y empezamos a charlar.
Cuántos años de novios, cuatro, que cómo nos conocimos, en la boda de una prima mía, nos pusieron en la misma mesa de solteros sin compromiso, que en dónde trabajaba, en una Naviera en el Puerto, que yo también trabajo allí en una Transitaria Internacional, que si vinimos a conocernos fuera, estando tan cerca. Los caminos de Dios.
Yo en un arranque de espontaneidad de los que me caracteriza, le dije que estaba muy enamorada, y él también aunque no lo diga, añadí, es por esa timidez que tienen los hombres a expresar sus sentimientos. José Carlos asentía con la cabeza, y Don Miguel aprovechó para empezar a hablar sobre el amor.
Solo el amor como comienzo, por su crecimiento y a la plenitud natural justifican y enaltecen la pareja humana y por tanto el Matrimonio.
Fuera de él, todos los demás motivos son espurios, falsos y engañosos y están más en el camino de la separación que en el de estabilidad y la superación.
Se solía decir que algunas bodas, como las de los indios, concertadas entre las familias, y antiguamente entre los poderosos con dinero, en dónde se casaban sin estar enamorados, al menos la joven, que el amor venía luego. Claro que en algunos casos el amor puede venir luego porque luego se hace el aprendizaje que debía haberse hecho en el noviazgo. Pero también es verdad que muchas, muchísimas veces, la mujer se encontrada atenazada por una unión con un hombre que no la quería y tenía sus amigas, o por un carácter brutal, despreciativo, humillante y hasta vejatorio.
Hoy además, en que la mujer ha llegado a la liberación gracias al trabajo, su trabajo le ha hecho libre, un matrimonio así, no duraría ni un par de asaltos.
Dinero, posición, sexualidad desprendida de todo amor como único fin, comodidad, bienestar, amparar la soledad, casarse en última instancia, embarazo, aún el deseado, compromiso familiar antiguo, hemos de unir nuestras dos viejas familias, etc. no son motivos ni auténticos ni son fundamento real de una pareja y menos de un Sacramento.
Dos sacramentos instituyó Jesús totalmente relacionados y fundamentados en el amor. La Eucaristía y el Matrimonio.
Los otros, aún provenientes del amor y encaminados al amor, tienes otros motivos, fines o intensiones.
El Orden Sacerdotal, el mío, añadió, está encaminado al servicio a los hermanos, para confirmarlos en la fe, la predicación y celebración de la Palabra de Dios, y el compartir el gozo de los Sacramentos, al administrárselos en el nombre del Señor. Siervos de los siervos del Dios, como el Papa. Aunque es claro que el sacerdocio lo recibimos por el amor a Dios y a los hermanos.
La Eucaristía, que es único centro de la vida cristiana, es por excelencia el Sacramento del Amor, instituido por Jesús por su amor infinito a los hombres, sus hermanos, hijos de Dios, su Padre.
El Matrimonio es vivir el amor, el amor a la pareja y a Dios todos los días de la vida, cada vez con más perfección e intensidad. Eso que suelen decir de “hoy te quiero más que ayer, pero menos que mañana”.
Los demás sacramentos se “reciben” y hacen su “efecto”, producen “su gracia”, su ayuda al creyente. El Bautismo y el Matrimonio se “viven” mientras vivimos en cada pensamiento, en cada deseo, en cada momento, en cada cosa que hacemos, por muy sencilla o vulgar que parezca.
El Matrimonio cristiano hay que vivirlo desde la Eucaristía y en la Eucaristía, que es la comunión, común unión con Jesús, el Señor, como el Matrimonio es la comunión entre los esposos.
Nos animó a ir al Cursillo con el corazón abierto, dispuesto a recibir y no a juzgar y criticar, aceptando todo lo que fuere bien a nuestra pareja para vivir el amor, haciendo un profundo examen de conciencia de lo más íntimo de nuestros corazones y de nuestro cariño y amor, descubriendo y aceptando nuestras limitaciones y diferencias, las virtudes del otro e incluso nuestras deficiencias y defectos y poniendo toda la carne en el asador para andar juntos, de la mano, en pareja, en familia, en una nueva y feliz familia, la vida.
Hay quién piensa que por estar muy formado, el Cursillo le sobra. Es una completa y total equivocación hablando en cristiano. Tenemos que ir también a dar nuestro testimonio, nuestra manera de aceptar la fe y de vivirla, pues la confesión pública y joven de nuestro talante cristiano puede ayudar a otras parejas a encontrar el camino, como ellas nos pueden, y muchas veces las más humildes o menos formadas, ayudar a nosotros. Los cristianos somos siempre solidarios. Formamos un solo Cuerpo, el Místico de Cristo, y ningún miembro, como dice San Pablo, se puede inhibir de ayudar a los demás. Los que más gracias han recibido, mayor obligación tienen de compartir sus talentos, que son gracias totalmente gratuitas del Espíritu Santo.
Vais a formar una Iglesia de Dios. La más pequeña pero no por eso la menos importante, porque sobre ella y sólo sobre ella se fundamenta toda la Iglesia de Cristo.
Vais primero en vuestra pareja y después si Dios lo quiere, con vuestros hijos a fundar vuestra Iglesia Doméstica, la Iglesia de vuestro hogar.
El Hogar hay que cuidarlo y alimentar su fuego continuamente para que arda, para que sea luz y calor, cada vez mayor, y el único alimento que hace arder el hogar es el amor mutuo. El hogar, dónde deben nacer y vivir en confianza los hijos, es el amor de los padres entre sí, primero, y el amor entre padres e hijos, juntos, después. Sólo en ese amor serán felices vuestros hijos aunque haya una cierta exigencia personal y de colaboración. Cierta austeridad y orden son más que necesarias para que la familia sea un bien común, ya que todos sus miembros están obligados por el amor a cuidarla y mantenerla.
Claro que todo esto no fue un monólogo o sermón rollífico de Don Miguel. Fue una charla fluida, llena de preguntas y respuestas, de aportaciones también nuestras.
Salimos llenos de gozo, llenos de esperanza, llenos de fe y amor a Dios.
Llenos de agradecimiento a Jesús por haber instituido y darnos el Sacramento del Matrimonio. Gracias, Señor Jesús.
Mañana iremos a apuntarnos al Cursillo con la tarjeta que Don Miguel nos ha dado.
Como yo soy de Santa Brígida nos toca en El Monte. Creo que ahora se dan en El Madroñal con Don Matías.
La Acogida al Cursillo, para presentar la tarjeta, rellenar la ficha e inscripción y explicarnos un poco la dinámica del Cursillo, nos la hará una pareja de Matrimonio que trabajan allí. Al principio creímos que era con Sor Esperanza o Sor Caridad que lo hacen en el Centro de Las Palmas.
Buenas noches, mis amores. Hasta mañana. Un beso, vuestra Ana.
>

No hay comentarios: