sábado, 7 de julio de 2007

21.- "Charlando con José Carlos."

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Mi Diario cinco de junio de 2003. Jueves.
Comentarios a “el amor fuerte como la muerte”

“Te lo comentaré más tarde, otro día, te lo prometo”. Te dije el otro día. Y ese día ha llegado. Hoy cinco de junio José Carlos y yo, tras el trabajo, nos hemos reunido en su casa para charlar un rato, bueno, para merendar primero un buen té con pastas riquísimas de “La Recova”, y luego para comentar la carta que guardábamos de Mabel a Carlos, su tío, su tiíto, como ella le llama, sobre la fuerza del amor. En primer lugar te diré, mi querido Diario, que me ha sorprendido la grandísima fe que guardamos en el fondo del corazón casi sin saberlo. Pienso, me dijo José Carlos, que yo también creo así.”Hágase tu Voluntad”. No solo lo rezo, Ana, lo vivo en muchos pequeños detalles de mi vida. Cuando algo me sale a mi parecer torcido, un negocio fallido, un amigo perdido por su infidelidad a la palabra dada, un revés en mi parecer en mi empresa o un rapapolvo de mi padre o madre por algo que hice con buena voluntad y que ellos interpretaron al revés, cuando tu, mi Ana, no me comprendes o no aceptas mi punto de vista, cuando me encuentro cansado, enfermo, dolido, etc. me suelo volver al Señor y decirle en el fondo de mi corazón. Hágase tu voluntad. Hágase en mí según tu Palabra, porque solo Tú tienes palabras de vida eterna. Bueno, recuerda, le dije yo, con que insistencia le pedí al Señor, que pasara de mí el cáliz de la enfermedad de mi abuela, pues no entendía que se pudiera llevar a persona que yo quería tanto si El me quería a mí. Pero José Carlos en el trabajo cuando algo me sale mal, cuando me falla una compañera o me llevo una mala cara de mi jefe por algo que no salió a su gusto, me cabreo horriblemente, no acepto, me revelo y casi le escupiría en la cara a alguno que encima mantiene una risita burlona. Desde luego no podrá aceptar tu muerte ahora que estamos a un paso de nuestra boda. Y luego de casados si tú me fallaras, te fueras con otra, hicieras sufrir a nuestros hijos de verdad que te mataría, y me revelaría contra el Dios duro e injusto que lo consistió. Es difícil decir amén. Sí, te entiendo, Ana, pero precisamente cuando no se entienden las cosas que pasan, unas veces por ser leyes de la naturaleza, y Dios no va a hacer milagritos todos los días para evitarlos, terremotos, maremotos, volcanes, huracanes, lluvias torrenciales y otras catástrofes de la naturaleza, y otras consentidas por Dios al consentir el mal obrar de los hombres, hambres, enfermedades que se podía haber evitado, pobreza, dolor, etc. es cuando más hay que volverse a Dios y hacer real nuestra fe en El y en la Providencia. Pero la muerte en cristiano es un paso a la vida, y la vida el camino a la Casa del Padre. O ¿no es esto lo que nos reveló el Señor Jesús? El es Salvador, no solo porque nos haya liberado de la muerte del pecado, sino sobre todo porque nos ha enseñado a vivir la vida con otro talante, con otra filosofía, con otras miras y con otras apetencias y sueños. El misterio del dolor no lo entiendo, José Carlos. No entiendo el hambre de un niño, la miseria de un niño, las penurias de unos viejos solos y sin amor, no puedo mirar a India, África, China, y hasta Europa y España donde la pobreza atrapa tantas familias y a tantos hombres y mujeres, y Dios no hace nada para que esto no pase. “Para que esa niña no pase hambre, frío y no muera, le dijo Dios al Jesuita, cuando oraba en el silencio, después de haber se paseado por las calle harapientas de Calcuta, para que esto no pase, YO TE HE HECHO A TI. A mí, ¿Señor? Sí a ti, Ana. A ti, José Carlos. A ti, a todos y a cada uno de los hombres, de los hombres, hermanos. ¿No lo has entendido aún?

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